Pasan los meses y parece que se nos escapa el final de esta
angustiosa crisis, que nos arrastra desde hace más de cinco largos años.
Hoy más que nunca, necesitamos ideas y planteamientos revitalizadores
que nos ayuden a superar problemas de nuestro tejido industrial y
empresarial que lastran nuestras posibilidades de creación de empleo y
recuperación de la crisis.
Nos enfrentamos, qué duda cabe, a
dificultades complejas, consecuencia de errores pasados que debemos
afrontar con el ánimo constructivo de producir transformaciones
profundas y sostenibles, que pongan en nuestras manos la posibilidad de
retornar cuanto antes al crecimiento económico, la creación de empleo y
la calidad de vida, malograda para tantas personas en nuestro país.
Pero, en efecto, hace falta una visión auténticamente transformadora que
ayude a que nuevos sectores industriales afloren en toda su magnitud.
La biomasa es una de esas oportunidades tractoras, preparada
tecnológica e industrialmente para darnos soluciones a algunos problemas
que, o no se han afrontado con decisión, o no se han encontrado las
claves necesarias para superarlos. Me refiero, concretamente al caso del
carbón nacional, problema de una tremenda complejidad económica, social
y medioambiental, que podría resolverse con muchas menos ayudas
públicas que las empleadas actualmente, creando más empleo y mejorando
el entorno natural.
La energía renovable con biomasa presenta multitud de ventajas para
el conjunto de la sociedad y para el sistema eléctrico: es una energía
verde, basada en un recurso renovable, el árbol, que captura importantes
cantidades de CO2, contribuyendo a la mitigación del cambio climático;
es una energía que requiere mano de obra intensiva en las zonas de
ubicación de las plantas de generación, por lo que beneficia a las
comarcas aledañas, ya que contribuye a fijar la población en zonas
rurales; es una energía que requiere plantas pequeñas -de entre 20 y 50
MW-, energía que se consume cerca del punto de generación, por lo que
hay menores pérdidas en el sistema; es una energía firme, programable y
gestionable que, a diferencia del resto de las renovables, produce sin
descanso, de día y de noche, 8.000 horas al año.
En medio de esta crisis sin precedentes y del intenso debate sobre la
reforma del sector eléctrico, se está cuestionando el futuro de las
cuencas mineras del carbón. La extracción del carbón contó en nuestro
país en 2011 con unas ayudas públicas por todos los conceptos, superior a
los 1.070 millones de euros, con el objetivo, entre otros, de atenuar
la pérdida de puestos de trabajo fomentando la creación de empleo
alternativo al carbón mediante el apoyo a proyectos generadores de
empleo. De esta forma se busca propiciar la transición de las comarcas
mineras hacia el desarrollo de actividades económicas de mayor valor
añadido. La generación de energía con biomasa responde perfectamente a
estas metas de transformación y de creación de empleo, con recursos
autóctonos que cuidan nuestro medio ambiente.
En un contexto en el que Europa exige para 2018 el fin de las ayudas
públicas al carbón nacional no competitivo, y en el que la directiva
europea de Grandes Instalaciones de Combustión podría implicar la
clausura de entre 8.000 y 9.000 MW de potencia con carbón y fuel-gas a
partir de 2016, llega el momento de adoptar una solución de una vez por
todas.
El Gobierno, que analiza alternativas lógicas y viables para las
cuencas mineras, debería contemplar, en consecuencia, la posibilidad de
convertir esas cuencas mineras en corredores verdes de biomasa,
destinando de forma progresiva a esta nueva tecnología, totalmente
renovable, una parte reducida de los recursos concedidos en la
actualidad al carbón nacional.
Las cuencas mineras españolas, que empleaban en 2012 a unos 5.000
trabajadores, incluyendo subcontratas, cuentan con un enorme potencial
para el cultivo, el cuidado y la cosecha de biomasa, así como para la
construcción de plantas de producción de energía con biomasa en esas
zonas. La reasignación de parte de los recursos que el Estado destina al
carbón nacional hacia la generación de energía con biomasa en esas
mismas comarcas, podría crear más de 13.000 puestos de trabajo
productivos y estables, una cantidad sensiblemente superior a la
mencionada cifra de empleo actual del sector, lo que ayudaría,
adicionalmente, a evitar el desarraigo y el abandono de la población.
Además, estaríamos transformando empleo bajo tierra y penoso por
empleo en la superficie, cuidando nuestro medio ambiente, sostenible y
rural. Una solución, en mi opinión, idónea para un problema que tantos
quebraderos de cabeza ha dado a nuestros gobernantes y que España debe
resolver con urgencia. La energía con biomasa aparece, en definitiva,
como una solución viable, renovable y sostenible para el futuro de las
cuencas mineras.
FUENTE: eleconomista.es
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